José Félix Olalla, desde su primer libro, ofrece mansa y generosamente su obra. Con una naturalidad asombrosa en la realización del poema, con el don de una factura y expresión llena de belleza, aporta una filosofía de vida, una visión profunda del ser humano y su andadura. Los poemas no nacen y mueren en la pura anécdota, sino que nos llevan a la reflexión de la circunstancia del personaje y, sin notarlo casi, hasta la esencia más íntima y fundamental del ser humano y su transcendencia.

Sus poemas no son lineales; se bifurca, se enraman, ahondan y hacen meditar sobre ese antagónico dúo que constituye la fortaleza/fragilidad del ser humano, porque elementos previamente prosaicos cobran una vida diferente y la valoración de la arcilla, de lo pequeño e inadvertido, acaba por desembocar en una profunda filosofía y una nueva forma de entender la realidad. Los versos de nuestro compañero están hechos palabra por palabra. Ninguna falta, pero tampoco sobra ninguna. Ya lo suplicaba el poeta: "....concédeme Señor el adjetivo exacto" y él lo tiene.

Sí, la suya además es a veces una poesía comprometida. Pero no con el grito y el desgarro. No con la rabia y la dureza, sino con el amor, la valentía, con la verdad, con el hombre, con Dios y con la vida en su vertiente más limpia. El autor de este libro es un poeta poliédrico: arriesgado en los temas, entregado, profundo en el sentimiento, audaz en la forma, sensible en cuanto al fondo, sabio en la exposición, nítido en el contenido.

No existen mejores mimbres para realizar una obra. Para expresar lo inexpresable. Para alcanzar ese estado de gracia indispensable a la buena poesía.

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